miércoles, 26 de febrero de 2014

El Debate sobre el Estado de la Nación



No ha habido sorpresas, el debate sobre el estado de la nación ha discurrido por los cauces que se esperaban. La maquinaria que se puso en marcha hace dos años con el triunfo del PP sigue sin chirriar lo más mínimo. La evidente recuperación económica que ha experimentado España en apenas dos años basándose en un recorte sin precedentes en el gasto público estatal y, sobre todo, autonómico (solo posible por la amplia mayoría popular en casi todas las administraciones nacionales, autonómicas y locales) y en una bajada de impuestos a imagen y semejanza del modelo madrileño ha hecho que las críticas por la dura y necesaria reforma del rígido mercado laboral español que arreciaron en el anterior debate sobre el estado de la nación se diluyan en las cifras de la espectacular caída del paro. 

La reforma de la justicia, que acaparó tantas críticas desde las filas de nacionalistas y socialistas en la anterior cita, apenas tuvo reflejo en esta ocasión. Eso se debe por una parte a la evidente mejora del funcionamiento de la justicia que ha llegado hasta el ciudadano de a pié y a la mejora de su imagen tras las durísimas condenas por casos de corrupción en Andalucía (tan debilitante para el socialismo imperante y los sindicatos en esa región), Cataluña (que ha neutralizado la postura de los nacionalistas al tener que enfrentarse a otras urgencias distintas de la defensa de la "identidad nacional") y Valencia (dónde el proceso ha sido presentado como una autocrítica y depuración del partido popular de manera que, previsiblemente, tendrá poco impacto en la siguiente cita autonómica). Finalmente la otra cuestión polémica en el anterior debate que fue la de la lucha antiterrorista, ha sido ignorada por la oposición al evidenciarse que el desmantelamiento policial del entramado etarra y sus sucursales políticas ha sido total y que Bildu y el resto de franquicias etarras no servirán de aliados para un eventual retorno al gobierno autónomo vasco.

La tímida ofensiva socialista se ha reducido a la lucha de las ideas, esa que por fín está librando el partido del gobierno. Sorprendió que desde las bancadas socialistas se insistiese en la cuestión de la reforma de la ley del aborto pues la solidez de su postura se puso en evidencia tras el debate televisado del pasado mes de noviembre. En esa ocasión, los ministros de justicia y sanidad, respaldados por media docena de juristas, médicos y científicos se enfrentaron con representantes del PSOE, IU, CiU y PNV. Los "técnicos" que acompañaban a los ministros vapulearon ante las cámaras a los "expertos" de la oposición entre los que se contaba la exministra Aído que protagonizó algunos momentos bochornosos. 

Otro de los caballos de batalla del primer partido de la oposición ha sido la cuestión nuclear, aunque apenas pueden apelar a razones ideológicas para oponerse. La suspensión de la moratoria nuclear ha acabado con el problema del déficit tarifario de las eléctricas (al que renunciaron el pasado mes de junio a cambio de la explotación de media docena de centrales nucleares de nueva generación), reducirá la dependencia energética española del exterior y, de momento, ha absorbido una gran cantidad de desempleados procedentes de la construcción.

La reforma educativa y la recuperación de competencias autonómicas recibió más críticas desde las filas nacionalistas que desde las socialistas, pero, en cualquier caso, los portavoces de estos evidenciaron tener su mente más en los procesos judiciales abiertos contra los principales partidos nacionalistas periféricos y en el desplome en las encuestas que en reverdecer pasados laureles.

Parece claro que el PP podrá avanzar en la reforma constitucional a finales de la legislatura y en una nueva ley de partidos y, de hecho, la intervención final del presidente parecía apuntar en ese sentido.

No sé por qué he contado todo esto, en realidad yo quería contar que ayer me quedé dormido en el tren al volver a casa y soñé una cosa muy rara.

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