Este verano ha estallado una tremenda polémica, la enésima, por la cuestión de Gibraltar. Entre los argumentos que se dan en favor de la razonabilidad o no de la posición española, llama la atención que los elementos antiespañoles (británicos, llanitos, nazionalistas periféricos e izquierda española) se hable del acoso a los gibraltareños. Y me llama la atención por algo que viví hace tres años.
Nos habíamos ido de vacaciones a Cádiz, concretamente a San Roque. Volvíamos de una excursión a Tarifa por la noche, cuando vimos un incendio hacia Algeciras. Un incendio bastante grande. Pronto nos dimos cuenta que, en realidad eran muchos incendios pequeños en torno a Algeciras y uno bastante grande en San Roque: ¡muy cerca de nuestro hotel!
Al entrar le dijimos al conserje que se veía fuego muy cerca que si había que tomar alguna precaución. Al principio se quedó sorprendido, salió a mirar y nos dijo: "No se preocupen... no es nada. Eso son los contrabandistas de Gibraltar que estarán metiendo tabaco o 'algo' por la playa. Provocan esos incendios para que los guardias no les molesten. Pero, no es nada".
En ese momento lo vi claro: si a los vecinos de la zona, no les importa que les quemen los montes cada vez que meten "algo" (es decir, droga) en sus pueblos, es que Gibraltar ya está perdido definitivamente para España y el único cambio terriorial que habrá ahí será el terreno que les vayamos cediento poco a poco.
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