Imaginaba Nilo María Fabra (el equivalente español de Julio Verne) en su "Del Cielo a España" una visita de incógnito del apóstol Santiago a la España de finales del siglo XIX. En realidad son dos visitas, en la primera de las cuales cabalgando por la Mancha es arrestado por indocumentado, su caballo requisado y él metido en un calabozo. Toma la apariencia del boticario del pueblo y se interesa por las elecciones que están a punto de celebrarse. Anima a los lugareños a cumplir con su deber ciudadano y elegir a los mejores representantes y consigue que se unan... en su contra y a favor de los caciques locales. En la segunda visita, intenta determinar qué es lo que más desean los españoles y ve que es eliminar el gobierno y distribuir riqueza, pero lo único que consigue es el caos y desórdenes civiles. Finalmente decide deshacer el milagro y volver al Cielo.
Viene esto a cuento por lo de la entrada del otro día de posibles alternativas a la democracia. En realidad el problema no es solo la forma que adquiera la democracia o las reformas que necesite, es un problema de actitud, de formación, de prejuicios. Me temo que me voy a poner pesimista. La mayoría social en España se define como progresista, como de izquierdas, ¿refleja eso algo ideológico? No, simplemente es pura pereza. Se critica al que tiene, no porque realmente se le crea un explotador sino porque tiene y la mayoría de nuestros compatriotas quiere tener sin trabajar, sin esfuerzo. ¿Las pruebas? Bono loto, quinielas, loterías varias, cupones de la ONCE, bingos, casas de apuestas... la corrupción de los políticos se critica no porque se perciba que está mal en sí o porque se sienta que al robar de lo público se roba a uno: en muchos casos es pura envidia. Se critica lo que otros hacen, no porque se crea que está mal, sino porque no encaja en el estereotipo, se piensa mal o porque se percibe como una crítica velada a la propia inacción o pereza. ¿Las pruebas? No hay más remitirse a las críticas que generó el donativo de Amancio Ortega, la labor de Cáritas o las críticas continuas a la Iglesia. La mayoría es antipatriota, por pereza mental, somos antiespañoles porque se percibe que es lo progre, lo políticamente correcto.
Estamos atrapados en un laberinto: las reformas necesarias en nuestra democracia no se podrán acometer sin un cambio en la mentalidad de los españoles, pero la mentalidad de los españoles no cambiará sin reformas. ¿Qué nos queda? No desfallecer, predicar con el ejemplo. Honestidad, trabajo, patriotismo, defender los principios, la familia, nuestra fe, nuestra cultura...
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