miércoles, 29 de mayo de 2013

Toy Story, Jefferson y el origen del poder político (Russell's view)


(Respuesta a Patoace)

Hoy me he encontrado con una interesante reflexión de Patoace en torno a la frase que los creadores de Toy Story 3 ponen en los labios de Barbie y que yo usé en una de mis entradas. 

¡La autoridad debería derivarse del consentimiento de los gobernados, no de la amenaza del uso de la fuerza!

Patoace ve una contradicción entre la afirmación de que la autoridad se deriva del consentimiento de los gobernados y la doctrina de la Iglesia. Aunque yo creo que no la hay. Los seres humanos fuimos creados libres, con una libertad que a mí me gusta entender en un sentido actoniano como lo que nos permite cumplir con nuestro deber sin que lo impida nadie. Si entendemos ese deber en el sentido de la doctrina de la Iglesia que tan bien citaba Patoace, entonces estamos obligados a cumplir con nuestro deber, sea este el pago de impuestos, el votar o la defensa de la patria. En esos casos estaríamos acatando la autoridad, cumpliendo con lo que se nos manda, cumpliendo con nuestra conciencia como cristianos y actuando libremente. Accedemos a renunciar a parte de nuestra "soberanía" en favor de la autoridad libremente y con nuestro consentimiento. Si esa misma autoridad pretendiese obligarnos a actuar en contra de nuestro deber, el mismo catecismo nos autoriza a rechazar esa autoridad:

2242 El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. “Dad [...] al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21). “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29):
«Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rechazar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica» (GS74, 5).
2243 La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores.
Obviamente (recordemos Juan 19, 11, "No tendrías autoridad alguna sobre mí, si no te la hubieran dado de Arriba") la autoridad viene en última instancia de arriba, pero nosotros podemos ejercer nuestra libertad y acatar al gobernante justo o resistir la opresión del injusto. Los gobernantes no deberían tener más autoridad sobre nosotros que la que nosotros consintamos darles, ejerciendo nuestra libertad como un deber y una responsabilidad, y, en cualquier caso, nunca debería estar basada en el uso de la fuerza.







1 comentario:

  1. Gracias por expandir mi tema. Según entiendo lo que dices, en tu opinión la autoridad de los gobernantes provendría de Dios, pero a través de los gobernados ¿es eso?

    Vendría siendo como una expansión del viejo "Vox Populi, Vox Dei"

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