lunes, 7 de octubre de 2013

La tragedia de Lampedusa



La semana pasada se produjo una terrible tragedia en la Isla de Lampedusa. En realidad simplemente un naufragio más, un grupo de muertes más que añadir a todas esas muertes que se producen en el Mediterráneo. Leía hace poco que solamente en el Estrecho en la última década se habían producido más de veinte mil muertes. Muertes que solo parecen interpelarnos cuando se produce una catástrofe como la de la semana pasada y por un breve periodo de tiempo. Las conciencias pueden estar tranquilas: como en anteriores ocasiones, pronto lo olvidaremos.

Se preguntaba el padre Jorge González en su blog qué podríamos hacer para evitarlo. Las respuestas en la mayoría de los casos se limitan a controlar la inmigración, favorecer la inmigración, enviar dinero a esos países, controlar las mafias... tan sólo un osado proponía algo más concreto y aparentemente más eficaz: liberalizar el comercio, especialmente en productos agrícolas. Las críticas, que se pueden seguir en los comentarios del propio blog, iban todas en la misma dirección: una desconfianza en la iniciativa privada directamente proporcional a la confianza ciega en la  intervención estatal o de organismos supranacionales. Confianza que podría entender en alguien con mentalidad estatalista (socialista, comunista o fascista) pero no en un católico. ¿El Evangelio nos llamaba a repartir nuestros bienes a los pobres o a elegir a alguien que nos quitase nuestros bienes para repartirlos según su criterio? El mecanismo para paliar su situación es la Caridad cristiana, no el estado del bienestar, y el mecanismo para solucionar su situación es la justicia y el libre comercio, no el estado del bienestar. 

Los sistemas tradicionales de ayuda, o lo que es lo mismo, enchufar cantidades ingentes de dinero para que nuestros gobiernos y los de los países destinatarios los repartan no funcionan


Lo repetiré una vez más: no funcionan.

Es un negocio del que se beneficia mucha gente, tanto en el primer mundo (agencias de cooperación, ONGs que no son tan NGs, ministerios, comunidades autónomas, ayuntamientos, partidos políticos, sindicatos...), como en el tercero (gobiernos locales, mafias locales, ONGs que no son tan NGs, cooperantes...). Pero no van a la raíz del problema ya que pretenden paliar la situación de los pobres sin que dejen de ser pobres en vez de impedir que sean pobres.

Por no mencionar el problema de las subvenciones agrarias que no deja de ser más que un mecanismo por el que nuestros políticos compran los votos de los agricultores a cambio de subvenciones que condenan a la pobreza y a la miseria a los agricultores de países menos poderosos. Si esto lo lee algún agricultor y le molesta... lo siento, pero es así.

En los comentarios a la entrada de Don Jorge y en los de cualquier blog en el que se discuta esto los argumentos son los mismos. Que si las compañías fruteras que se hacen con el control de países enteros gracias al libre comercio, que si los salarios que pagan las multinacionales son ridículos, que si esos agricultores no tienen medios...

El problema no es que lleguen compañías fruteras extranjeras que se hacen con los terrenos, el problema es que si no es a través de esas compañías fruteras no pueden exportar por las políticas proteccionistas europeas y americanas. El problema no es que multinacionales europeas y americanas paguen unos pocos dólares por el mismo trabajo por que el que aquí pagan miles, el problema es que esos pocos dólares son el salario más alto al que pueden optar porque no se les permite comerciar con nada más que con su trabajo basura. El problema no es que los agricultores del tercer mundo no tengan los mismos medios que los del tercer mundo, el problema es que no les dejan hacer otra cosa.

Los dramas de Lampedusa y del Estrecho acabarán cuando los jóvenes de los países del tercer mundo no vean como una alternativa aceptable para ganarse la vida el jugársela en una incierta travesía para acabar mendigando en nuestras calles.


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