miércoles, 30 de octubre de 2013



Hoy hace trece años. Aquella mañana de lunes entraba a trabajar un poco más tarde, dábamos cobertura a la oficina de Londres y a mí me iba a tocar cubrir su horario de nueve a seis hora española. Llegaba un poco más tarde... no recuerdo por qué. Recuerdo que pensé cruzar la Avenida de Badajoz un poco más arriba para pasar por el cajero automático y sacar dinero, pero en el último momento cambié de opinión. Según cruzaba el paso de cebra oí un ruido, como una traca enorme. Miré hacia el cruce con Torrelaguna y vi, a cámara lenta, cómo un coche explotaba y volaba por encima de un autobús de la EMT. Una mujer cayó al suelo a mi lado. 

Maldije a los malnacidos que habían hecho estallar un coche al paso de un autobús. ¿Por qué un autobús? Vi a dos personas correr hacia allá y no pensé más. Jurando en hebreo llegué a la puerta del bus, alguien salía con  un herido, entré y ayudé a salir a una mujer joven que sangraba por la cabeza. Alguien, de una peluquería o un gimnasio o lo que fuese sacó una esterilla y la tumbamos. Me preguntó por su bolso y entré de nuevo en el autobús. No lo vi. Dos personas estaban junto al conductor. Su cara estaba destrozada por los cristales, que a modo de metralla, le habían golpeado de lleno. Está muerto, pensé. Alguien se puso a mover el autobús y me bajé a ver a la mujer. Me fijé entonces en el amasijo de  hierros que había sido un coche y que ardía en un jardín. Está muerto, pensé.

Oí entonces las primeras sirenas y alguien, un policía, nos pidió que nos largásemos de allí que el coche podía estallar de nuevo. El que trataba de mover el autobús solo consiguió que chocase con otro vehículo estacionado que ya ardía. Corrimos calle abajo hasta el semáforo en el que me sorprendió la tragedia. 

Me puse en camino a la oficina maldiciendo a los que lo habían hecho. Llegué y me puse a contar esto mismo, lo que había visto. Entonces me vino el bajón, no podía contenerme y me tuve que ir a casa. Tumbado en el sofá vi las noticias y me enteré de que en la masa de hierros que era el coche que había volado sobre el autobús habían muerto un magistrado del Tribunal Supremo llamado José Francisco de Querol y Lombardero, un  policía nacional llamado Jesús Escudero García y un conductor llamado Armando Medina Sánchez, que el conductor del autobús llamado Jesús Sánchez Martínez no estaba muerto, aunque sí muy grave. El pobre murió al cabo de una semana. Cuarenta kilos de dinamita habían hecho volar un coche por encima de un autobús segando cuatro vidas, aunque gracias a Dios el autobús iba prácticamente vacío.

Hoy hace trece años y desde entonces cada vez que oigo un petardo o una explosión lo recuerdo. Aunque yo tuve suerte y no me pasó nada, pero mucha gente no ha sido tan afortunada han muerto, han sido heridos o han perdido seres queridos. Mucha gente ha luchado contra los terroristas, ha ayudado a las víctimas. Lástima que nuestros políticos miopes y cortoplacistas desprecien esto, lástima que un gobierno cobarde un pusilánime desprecie a sus votantes y a las víctimas.


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