jueves, 14 de febrero de 2013

Tengo un problema


Cuando se planteó el referendum por la permanencia de España en la OTAN, recuerdo que yo le insistí a mi padre con adolescente vehemencia en la necesidad de votar sí. Era una ocasión de volver a integrarnos en el occidente europeo y dejar atrás esa tontería de que África comienza en los Pirineos. Él me planteó si no sería un error, puesto que al entrar en la OTAN pasaríamos a ser aliados de turcos, ingleses, holandeses, franceses y estadounidenses todos ellos tradicionales enemigos nuestros. Ahí no pude responder salvo un los-tiempos-cambian que vale para casi todo cuando eres adolescente.

Con el tiempo eso me sigue escociendo, en especial lo de ser aliados de los ingleses. Esos mismos ingleses que suelo asociar con traiciones (como la toma de Gibraltar), felonías (como el comportamiento de los ejércitos ingleses durante la guerra de Independencia contra Francia, guerras Peninsulares dicen ellos, arrasando todo lo que podían en suelo español), piraterías varias y mentiras al por mayor en forma de leyenda negra (tan usada por los enemigos de España desde Guillermo de Orange a la progresía española).

Pues bien, ¿por qué de entre todos los pueblos del mundo tuvieron que surgir entre ellos un cardenal John Henry Newman, un Chesterton, un Tolkien, un Belloc (vale, era medio francés, pero...)? Me desconcierta y sólo lo puedo explicar por algún incomprensible designio divino. Semejantes titanes de las letras, hombres de Iglesia, mitólogos, conversos dos de ellos y convencidos católicos los otros dos, apologetas todos ellos, brillando (¡y de qué manera!) en una nación de traidores y herejes. 

NOTA: estos días de atrás me he leído "Old Thunder" de Joseph Pierce y me estoy leyendo las cartas de Tolkien.

3 comentarios:

  1. ¿Qué tal está la biografía de Belloc?

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  2. Impresionante. Desconocía que la suya fuese una vida tan trágica y superlativa. Lo que más me impresionó fue la manera en la que fue perdiendo, literal o metafóricamente, a sus hijos tras la muerte de su mujer. Uno en la Primera Guerra Mundial, otra acabó viviendo en las calles, otro en la Segunda Guerra Mundial y otro emigró a los Estados Unidos. La que le quedó se casó con un anglicano. Aun así mantuvo su fe y su carácter apologético y combativo.

    No fue un ejemplo como padre, pero sí en muchos otros aspectos de su vida.

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